-->

miércoles, 8 de noviembre de 2006

LA PRISIONERA (Micro-cuento)
Juan Eduardo Zúñiga



Estoy en el jardín de un antiguo palacio que no sé de quién fue ni cuál es hoy su dueño. La tarde es húmeda, y otoñal el ocaso; en el blando suelo las hojas mueren adheridas al barro. No hace viento, no oigo ningún ruido entre los árboles que forman paseos en los que mudas estatuas, sobre pedestales de hiedra, alzan su desnudez.
Quisiera recorrer este extraño jardín, pero estoy quieto. Nadie lo visita, nadie hace crujir el puentecillo de madera sobre el constante arroyo. Nadie se apoya en las balaustradas del parterre ante la fila de bustos que la intemperie enmascaró con manchas verdinegras.
Estoy ante la gran fachada cubierta de ventanas que termina en altas chimeneas sobre el oscuro alero del tejado. Todo en ella muestra haber sufrido los ataques del tiempo pero estos rigores no dañaron a la única ventana que yo miro. Cada día, tras los cristales, aparece ella, su delicada silueta, y aparta la cortina de tul y largamente pasea su mirada por los senderos que se alejan hacia el río. Vestida de color violeta, siempre seria, eternamente bella, conserva su rostro juvenil, su gesto de candor, atenta a la llegada de alguien que ella espera. Inmóvil, tras el cristal, no habla, no muestra si acepta mi presencia, acaso no me ve. Resignada se dobla mi cabeza sobre el hombro mordido por las lluvias; desearía que sus dedos me rozasen antes de que su mano se haga transparencia. Desfallece mi cabeza enamorada; tras mis ojos vacíos atesoré palabras y palabras de amor dedicadas a ella. Acaso un día logren mover mis labios de durísima piedra.

Duele la vida


A veces siento que estoy demasiado viva. Mil necesidades reclaman ser atendidas y no les importa si tengo la habilidad para satisfacerlas, o el tiempo, o los medios... o ni siquiera si sé qué pretenden de mí. Mil bebés lloran dentro y acaba doliéndome la vida. Y entonces les odio. Y ellos lloran más fuerte. Y acabaré volviéndome loca.

Sola. Eternamente preñada de hijos no deseados, virgen y sola. ¿Por qué venís a mi vientre si yo no os puedo atender? Quiero olvidar la vida y vosotros os empeñáis en recordármela. Quiero serenidad y vosotros traéis desasosiego. Quiero morir y vosotros queréis vivir a través de mi.



Suscribirse a: Entradas (Atom)