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jueves, 24 de enero de 2008

El pájaro y el mástil




Conocí cierto día la historia de un hermoso pájaro.
Se durmió en lo más alto del mástil de un velero. Y mientras la noche sacaba sus cuernos amarillos, el barco se hizo a la mar.
Y el pájaro, profundamente dormido, no se percató de aquella nueva singladura.
El buque fue adentrándose en la noche y la ciudad dejó de pintar arabescos blancos en las aguas.
Al amanecer, el ojo rojo del cíclope que habita en los cielos terminó por despertar al ave.
Sobresaltada, y comprendiendo que el velero navegaba hacia lo desconocido, desplegó sus alas y emprendió el vuelo.
El pájaro, angustiado, trató de descubrir las tierras seguras donde siempre había vivido. Pero el mar había robado el horizonte.
Escudriño entonces hacia el Poniente, en busca de aquel familiar ejército verde y amarillo que formaban los pinos de la breña.
Pero las olas violetas se rieron del indefenso pájaro.
El terror empezó entonces a encharcar su corazón.
Y el ave trató de hallar refugio en las nubes.
Mil alfanjes de hielo cayeron entonces sobre sus plumas y poco faltó para que se precipitara al océano.
En un último esfuerzo puso proa al sol. Pero aquel gigante, al que había visto levantarse redondo y pesado al amanecer, también había aprendido a volar. Y el pájaro entendió que el cíclope no era de su bandada.
Exánime, desorientado y con las cuencas azules de la muerte bajo sus patas, el ave se fijó en la arboladura de aquel velero sobre el que había despertado.
Y retornó a lo alto del mástil. Algún tiempo después, la eternidad verde y ondulada del mar depositó al navío en otro puerto.
El pájaro voló entonces alegre y confiado hasta la selva.

¿Es que existe algo más seguro que la propia conciencia?

J.J. Benítez (extraído de “Sueños”).

jueves, 17 de enero de 2008

Saburo Teshigawara

Otro hermoso descubrimiento. Se trata de Saburo Teshigawara, bailarín, coreógrafo y fundador de la compañía de danza Karas. El fragmento de vídeo que aquí te dejo pertenece a la creación Absolute Zero, que interpretó entre 1999 y 2001 junto a Kei Miyata, y en la que experimenta con la idea de la quietud absoluta.
La belleza de sus movimientos me resulta sobrecogedora.


La música es de Thomas de Hartmann, y pertenece a una de las series que compuso a petición de Gurdjieff para acompañar a sus "danzas sagradas". Se trata de composiciones minimalistas, nítidas y muy estudiadas, lo que les otorga una capacidad muy alta para aquietar la mente.

La buena noticia es que la compañía Karas estará a finales de Febrero en el Teatro Central de Sevilla, con la coreografía Glass Tooth. La menos buena es que yo vivo en Barcelona... mmm... ¡Me voy corriendo a mirar ofertones de vuelos!

Por cierto, no hace mucho que he tenido la gran suerte de ver a La La La Human Steps aquí en Barcelona, con el espectáculo Amjad. Un minisueño cumplido.




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